
Me encontré el otro día con un viejo conocido, un menda que este sí que es lahos. Amiro, se llama. Es un joven cuarentón oportunista, baboso y yupi que ha ido rebotando y degenerando desde la extrema izquierda a la socialdemocracia siempre al servicio de sí mismo y de quien le arroje unas migajas para ponérselas de medalla aunque las tenga que recoger de las letrinas de una cochiquera de cerdos con diarrea. Es francamente vomitivo. No se pasa a la derecha (como M.A.R., Picó, Rastrillo, Sansantos, Píomea y otros muchos) por falta de ganas sino porque le rechazan de puro venenoso que es y desprestigiado que está. Ha vendido a su madre varias veces y a toda su familia y tuvo que salir por patas de Supertroliz para recalar en Mila donde apañó unas oposiones y se dedica a ponerse cebado perdido sin dar un palo al agua. Es experto en estafar a incautos y envolver a ignorantes. Trata a todos (menos a quien le interesa en cada momento) con un despotismo supuestamente ilustrado, un desprecio, una arrogancia y un asco diletantes. Encima va de poeta y su pedantería le lleva a autotitularse Alto Representante de la Cultura Milense. Monta chiringuitos pseudoculturales para volver por el portillo trasero a su partido (de donde le habían medio echado) utilizando la cultura de anzuelo. Traiciona a todo el mundo que se pone a tiro y engaña más que habla, pero cae de pie y sigue a lo suyo como si nada. ¿Será la suerte favorecedora de canallas e impostores sin escrúpulos ni talento? Es lo más probable.
A pesar de todo, la vida es una aventura fascinante.
Judit Potemkin.
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