
Lo que le pasó a Chorvi fue que ya no pudo más. Llevaba una temporada alucinante de contratiempos y putadas acumulándose una sobre otra sin tregua ni piedad y él pum y pam, arregla esto, soluciona lo otro, llama aquí, vete allá, pregunta tal, mira cual y zurra y dale y venga y ve, zas zas, tris tros, etc., etc. Y cuanto más solucionaba, más le venía.
Hasta que ya, la gota que colmó el vaso fue la avería mal arreglada que se vuelve a joder y cala otra vez a la de abajo que le llama a las 8 de la mañana (después de una nochecita toledana) y que me has vuelto a mojar gilipollas, que si eres un desgraciado, que si ya no te aguanto, que estoy hasta los huevos de tus putadas. Y que el que no aguantó más fue Chorvi que se fue a la cocina, arrancó el calentador y con el agua cayendo a raudales por todos lados y poniéndose tibio de cintura para abajo, va al salón, golpea las baldosas, aparta la tierra, arranca la tubería, la deja saliendo a todo trapo, baja con el calentador en brazos, aporrea la puerta de la vecina de abajo y cuando abre, le planta el calentador entre los brazos, se mete en su baño, arranca las cortinas de la bañera, abre todos los grifos, saca la ducha al suelo, rompe el lavabo y el bater y se pone a saltar sobre los charcos del riachuelo que toma rumbo al salón de la vecina donde le encuentra la madera saltando ahora contra los sofás y los cojines de macramé de los cojones que le inmovilizan mientras llegan los samureros porque se ha herido con algo y está poniendo todo perdido de sangre al tiempo que aulla (más que canta) a voz en grito "A las barricadas" y el "No nos moverán" con una cara de demente que creo que daba miedo.
Me contaba luego Julian, el abogata de la A.L.A. que menos mal que le pusieron una inyección y se calmó, porque si no, le están dando pal pelo y pa caramelos hasta la III República, o sea, casi ná.
Y es que hay que tenerlos muchas veces demasiado bien puestos para soportar estóicamente las cantidades de putadas que es capaz de lanzarte la vida sin despeinarse, como si tal cosa, como si fuéramos de goma. ¡Me cisco en Siberia, tú!
Judit Potemkin.
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